Mutaciones, variantes, cepas, distintas vacunas. La información que recibimos sobre la pandemia de COVID-19 cada vez parece más confusa y se ha prestado a demasiados malentendidos y desinformación. Que si cuál vacuna es mejor, o si siquiera son útiles, que si es mejor que todos nos contagiemos o que si ya no sirven de nada con el surgimiento de las nuevas variantes del virus. Por nuestra salud y la salud pública aquí lo que necesitamos saber sobre todo esto, y explicado de manera simple.
Y para en realidad entender qué es una variante y cómo afectan las mutaciones del SARS-Cov2 en la enfermedad para el ser humano, tenemos que entender lo básico de qué es un virus y cómo se reproducen. Así que de manera muy pero muy resumida y en términos lo más sencillos posibles.
¿Qué es un virus?
Los virus son antiguos. Han existido desde los principios de la vida en la Tierra y es probable que existan inclusive desde antes que los organismos vivos. Porque técnicamente son entes biológicos, más no seres vivos. Los virus no se consideran seres vivos porque no pueden reproducirse por sí mismos. Requieren infectar una célula viva para hacerlo.
Por sí mismos, los virus son solo un conjunto de proteínas que contienen información genética. Esa información genética solamente se puede replicar mediante el trabajo de organelos celulares que evolucionaron para que una célula manufacture sus propios componentes. Lo que el virus hace al infectar la célula, es secuestrar a esos organelos para que lean su información genética y con esto manufacturen copias del virus.
Y debido a que los virus y los seres vivos siempre han convivido en la Tierra, esta técnica es una adaptación que nunca ha dejado de funcionarles. Al punto en que en realidad solamente unos cuantos virus causan problemas de salud en los seres vivos. Con el resto de los virus convivimos sin ningún problema, sin siquiera notarlo.
Sin embargo, en su trabajo para sobrevivir infectando células, algunos dañan al ser vivo dueño de esas células. Esto es a lo que llamamos enfermedad por infección viral. Como el caso de COVID-19 en los seres humanos.
¿Cómo infecta el SARSCoV2?
Distintos virus infectan a sus hospederos de diferentes formas. Pero en el caso de SARS-CoV2, el virus que causa la enfermedad COVID-19, su puerta de entrada a la célula es una proteína que se encuentra en la membrana, conocida como Enzima Convertidora de Angiotensina-2, (ACE2). Esta enzima se encuentra en células de las vías respiratorias, las arterias, el corazón, los riñones y los intestinos.
Los detalles de cómo infecta las células respiratorias ya los analizamos en un artículo y video, pero en resumen esta enzima que tiene varias funciones, le sirve como una especie punto de anclaje al SARS-CoV2. Este virus cuenta con proteínas en su propia membrana que protege su información genética. Unas de estas proteínas, conocidas como proteínas espiga, encajan fácilmente en la enzima ACE2.
Cuando una proteína espiga del virus se adhiere a la enzima ACE2, la célula lo engulle. Una vez dentro libera su información genética en forma de RNA para que los organelos la interpreten, y comiencen a fabricar las proteínas componentes del virus. Estas proteínas se unen y arman nuevos virus, los cuales ya formados salen a infectar más células, y repetir el proceso.
Sabiendo todo esto, ¿cómo funciona entonces la vacuna?
La vacuna contra COVID-19
Todas las vacunas, no solamente las contra la COVID-19, funcionan bajo un principio básico: ayudarle a nuestro sistema inmunitario a estar preparado desde antes que el virus infecte las células.
Esta preparación previa se consigue introduciendo en el organismo algo que lo haga reaccionar para defenderse como si estuviera siendo infectado por el virus. Y en el caso de COVID-19, la mayoría de las vacunas lo que introducen en el cuerpo es información genética para que las células, sin en realidad ser infectadas por el virus, elaboren la proteína espiga. De este modo, el sistema inmunitario la reconoce como un agente extraño, o patógeno, y elabora anticuerpos para neutralizarlas.
Los anticuerpos son proteínas elaboradas por el sistema inmunitario para impedir que el virus se introduzca en las células y para que sea rápidamente eliminado. Así, cuando la persona vacunada contrae el virus, el propio sistema inmunitario ya tiene las herramientas, es decir los anticuerpos, para defenderse rápidamente antes de que cause daño.
Entonces, y entrando a la parte polémica que se malinterpreta en las redes sociales y en los medios de comunicación, ¿la vacuna funcionará contra las nuevas mutaciones?
El virus y sus mutaciones
Para saber esto primero necesitamos tener claro, en el caso de los virus, qué es en realidad una mutación. Y no es nada extraño, porque los virus siempre están mutando. Casi en cualquier infección, el virus cambia algo en su información genética, y ese cambio puede o no pasar a la siguiente generación, es decir al siguiente ciclo de replicación.
De modo que es inútil decir que «ya salió una»nueva mutación del virus». Porque nuevas mutaciones del virus salen casi en cada nueva infección. Lo que varias infecciones sí pueden producir en el virus, es lo que se conoce técnicamente como una variante.
Aunque el término variante se confunde con mutación y con cepa, e inclusive los expertos a veces utilizan un término como si fuera el otro, se considera variante solamente cuando la muestra del virus ha acumulado mutaciones que modifican de manera importante sus características.
Porque la mayoría de mutaciones no cambian la estructura y el funcionamiento del virus lo suficiente como para alterar su «comportamiento». Es decir que hasta que un conjunto de mutaciones le confieren alguna característica ventajosa, como mayor transmisibilidad, mejor habilidad para infectar o mayor resistencia a las defensas, es cuando se considera una variante.
Y solamente cuando una variante acumula suficientes mutaciones como para distinguirse genéticamente de la cepa original como un subtipo, se puede considerar otra cepa. Por lo que hasta ahora todos los virus SARS CoV2 que existen son la misma cepa.
Las variantes
Las variantes del virus SARS-CoV2 identificadas recientemente y de las que tanto hablan en las noticias, la británica, la sudafricana y la brasileña, se diferencian de la cepa original principalmente en cuanto a la capacidad del virus de adherirse a la célula, y en consecuencia de generar mayor carga viral y así poder contagiar más personas.
SARS-CoV2, a diferencia del original SARS de 2002, parece tener esa facilidad debido a que en muchas personas es asintomático y en otras puede durar mucho tiempo reproduciéndose en el sistema sin ser grave para el hospedero, lo que facilita la transmisión a otras personas. Y lo que convirtió a este virus en pandémico. Y las nuevas variantes, según los estudios hasta ahora, parecen haber mejorado esa capacidad del virus, en parte al hacerlas más efectivas para adherirse a la enzima ACE2.
Entonces, ¿las nuevas variantes son más peligrosas?
No y sí.
Al tener más oportunidad de transmitirse, pueden infectar a más personas, lo que obviamente puede causar más muertes. Esto las hace más peligrosas sin que las variantes causen peores síntomas. Sin embargo estudios están encontrando que estas variantes parecen también haber modificado los síntomas de la enfermedad. Y algunos de éstos sí incluyen mayor severidad.
Por ejemplo, la variante británica parece causar más tos, más dolor de garganta y más fiebre, así como menor pérdida de olfato y gusto. En parte por estos y otros cambios, esta variante se considera causar 30% más muertes.
Las variantes y la efectividad de la vacuna
En cuanto a cómo afecta la efectividad de las vacunas que ya se están administrando contra COVID19, por un lado hasta la fecha no existe evidencia de que las mutaciones en la proteína espiga en las nuevas variantes afecten la capacidad de la vacuna de generar anticuerpos para la defensa de nuestro organismo contra el virus.
Sin embargo, las vacunas que se aprobaron primero y ya se administran, no se probaron con las nuevas variantes, de modo que aunque no sean inútiles, tampoco es seguro que no disminuyan su efectividad. Esto debido a que otras vacunas que apenas fueron aprobadas (NOVAVAX y Johnson & Johnson) ya se probaron con las nuevas variantes y sí han encontrado que son menos efectivas en dichos casos, aunque no dejan de evitar los casos graves de la enfermedad.
En Sudáfrica estudios preliminares inclusive ya han encontrado que la variante puede reinfectar a personas que ya habían tenido COVID-19. En consecuencia, los laboratorios que manufacturan las vacunas que ya se están administrando, ya están probándolas también en las nuevas variantes, y Pfizer-BioNtech ya reportaron que su vacuna sí es efectiva contra la variante británica, aunque un poco menos efectiva en comparación con el virus original.
El laboratorio Moderna, de hecho, ya anunció que trabaja en un refuerzo de su vacuna contra las variantes.
Entonces, ¿las vacunas funcionan aun en las variantes?
Para empezar, los estudios muestran que las vacunas hasta ahora generan mayor protección que la infección natural. Por esto, independientemente de su porcentaje de efectividad, sí, las vacunas funcionan y nos ayudan a conseguir mejor inmunidad que haber pasado por la enfermedad y generado anticuerpos naturalmente.
Sin embargo, las vacunas ahora sabemos no son igual de efectivas contra las nuevas variantes, lo que nos dice que lo más probable es que tengan que ser rediseñadas para lidiar con el virus, de manera similar a lo que sucede con la gripe común. Pero la OMS considera que con que una vacuna consiga un 50% de efectividad, serán aprobadas porque eso ayuda a conseguir más rápido la famosa «inmunidad de rebaño», y en consecuencia minimizar el daño en al salud pública.
Pero el principal punto para considerar que las vacunas funcionan es que cualquiera de las vacunas parecen proteger de los casos graves de COVID-19, y en consecuencia de su mortalidad. De modo que, aunque no protejan por completo de los síntomas de la enfermedad, casi en un 100% evitan el desarrollo de síntomas graves.
Es por esto por lo que prácticamente todos los expertos consideran que cualquier vacuna que esté aprobada y disponible hay que aprovecharla y no esperar a otra.
La solución de largo plazo: salud metabólica
No obstante, en el caso de COVID-19, como quienes siguen lo que publicamos en Cuídate Hoy saben, ninguna de las vacunas es solución de largo plazo, y desde el punto de vista de la salud pública integral, no son la mejor solución. Ni deberían verse como la solución final, ni por la población ni por los gobiernos.
Y es que si algo hemos aprendido de esta pandemia es que no es un problema grave por el virus en sí mismo y su capacidad de infectar a muchas personas, sino porque el daño que causa en los casos graves está directamente relacionado con la salud metabólica e inmunitaria de la persona que contrae el virus. En otras palabras, COVID19 no es un problema para una persona metabólicamente sana.
El problema es que en los últimos 50 años la salud metabólica de la población mundial ha ido en declive, producto de la adopción de patrones de alimentación y estilos de vida que dañan lenta pero seguramente la salud, debilitando la capacidad del organismo de responder a infecciones. Y COVID-19 es el mejor ejemplo de las repercusiones.
¿Preparados para la que sigue?
El otro problema es que, al haberse convertido en una pandemia de importancia para la salud pública, los gobiernos y las sociedades están más interesadas en las soluciones de corto plazo. Esto, aunque es útil para resolver parte de la situación, desvía los recursos y los esfuerzos, los que pueden ser mucho más útiles para conseguir soluciones de raíz, como el fomento y la promoción de una alimentación saludable y un estilo de vida más activo para todos los niveles de la sociedad.
Y para así estar preparados para cualquier otra pandemia similar. Porque cada vez serán más comunes.
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