La idea común es que en general seguimos teniendo de la temida enfermedad de Alzheimer es que es genética, que podemos o no desarrollarla dependiendo de nuestra tendencia genética. Que es una pérdida gradual pérdida de memoria y que le sucede en la edad adulta mayor.
Sin embargo, la enfermedad de Alzheimer (a la cual nos referiremos aquí como el Alzheimer), la evidencia actualizada muestra que implica mucho más que eso. En su versión más resumida, el Alzheimer es una crisis energética del cerebro.
El cerebro sin energía
Lo que ahora se entiende mejor (y que más adelante veremos es muy útil) es que en la enfermedad de Alzheimer las neuronas en las partes afectadas del cerebro pierden la capacidad de obtener energía de la glucosa. Al faltarles esa energía, las neuronas se desnutren y comienzan a reducirse, lo que de hecho se nota físicamente en el tamaño del cerebro de una persona con Alzheimer en una resonancia magnética (MRI). Y esto a su vez es lo que se manifiesta como los síntomas de la enfermedad.
Esto lo entendemos mejor sabiendo que el cerebro es un órgano de uso intensivo de energía. A pesar de que representa solamente el 2% del cuerpo adulto, requiere entre 20 y 25% de la energía total que el cuerpo utiliza. Pero en un cerebro con Alzheimer, existe hasta 45% menos utilización de glucosa, el combustible que principalmente utiliza y que el cuerpo obtiene de la alimentación común.
Alzheimer: un proceso gradual
Y aunque los detalles se siguen estudiando, y aun se considera que la causa fundamental no se conoce con certeza, lo que debemos tomar en cuenta es que nadie se despierta un día con Alzheimer. Es un proceso gradual que inicia con lo que se conoce como llama «defecto cognitivo leve».
De modo que comienza con olvidar dónde quedaron las llaves, o cuál es el nombre de alguien conocido. Pero con el tiempo empeora, y al punto del al final olvidar, por ejemplo, el nombre de la esposa, no reconocer a los hijos, no poder cuidar sí mismo, y volviéndose dependiente de otros. Y este aspecto convierte a la enfermedad de Alzheimer en un problema para toda la familia, y no solamente para quien la padece.
Pero debemos tener claro un punto: el Alzheimer no es parte del envejecimiento normal. Ni siquiera el defecto cognitivo leve lo es. Aunque normalmente es común que en la edad adulta mayor se pierda capacidad cognitiva, esta pérdida normal es mucho menor a la del Alzheimer o el defecto cognitivo leve.
La causa del Alzheimer no son las placas
Desde hace tiempo se identificó como causa del Alzheimer la acumulación en el cerebro de proteínas conocidas como beta amiloide. Esta acumulación forma placas que interfieren con la función neuronal, lo que se postuló como la causa de la enfermedad.
Pero lo que implica la presencia de estas placas y su origen, es algo que hasta ahora se entiende mejor. Y las placas parecen ser más un resultado del desarrollo de la enfermedad, más no la causa. Algo similar al caso del colesterol y la aterosclerosis, que ahora sabemos es el resultado del desarrollo previo de hipertensión y la oxidación del colesterol, no del colesterol por sí mismo.
El problema en el Alzheimer está en que las proteínas beta-amiloides son producidas, pero no son eliminadas adecuadamente. Y es que estas proteínas se producen en un cerebro normal, pero normalmente son eliminadas. Y cuando no se eliminan, forman placas que interfieren en la función neuronal, bloqueando las sinapsis (las conexiones entre las neuronas).
Beta-amiloides: mecanismo de defensa
El punto es analizar por qué se producen. Porque si el cuerpo las produce normalmente, e inclusive si las acumula, debe ser por alguna razón práctica, y no solamente para afectar la función neuronal. En este sentido, muchos expertos ahora creen que estas proteínas amiloides son sintetizadas como un mecanismo de defensa reparador, en respuesta a una razón subyacente.
De tal forma que el problema no es que las proteínas amiloides existan, sino que se acumulen. Pero ¿por qué se cumulan entonces? ¿Existe un estilo de vida o factor que promueva la formación de placas amiloides?
Para empezar, existe tendencia genética: las personas con expresión homocigótica del gen APOE4 tienen entre 9 a 15 veces mayor riesgo de desarrollo de Alzheimer. Es decir que, si heredamos este gen de ambos lados, paterno y materno, el riesgo es muy alto.
Por otro lado, la forma heterocigótica, cuando solo heredamos una copia, también lleva riesgo, pero de entre tres y cuatro veces. Sin embargo, no todas las personas con el mismo riesgo desarrollan la enfermedad. Y también existen personas que la desarrollan, aun sin el riesgo genético.
Alzheimer: diabetes tipo 3
En las últimas décadas, la varios expertos ahora se refieren a la enfermedad de Alzheimer como diabetes tipo 3, por la relación directa entre estas dos enfermedades, la que se ha corroborado últimamente. Entonces, ¿quiere decir que se puede pasar de diabetes tipo 2 a diabetes tipo 3?
En parte. Porque desarrollar diabetes tipo 2 es de hecho un factor de riesgo. Sin embargo, no todas las personas con diabetes desarrollan Alzheimer, y no todos quienes desarrollan Alzheimer tienen diagnóstico de diabetes tipo 2. Pero la calve está en la palabra diagnóstico, es decir a cuándo oficialmente un profesional de la salud determina que ya puede considerarse diabetes.
¿Por qué? Porque el diagnóstico oficial de diabetes depende de los elevados niveles de glucosa, pero sin considerar los niveles de insulina. ¿Por qué es esto problemático? Porque existen personas que pueden considerarse con niveles de glucosa normal, es decir sin diabetes, pero solamente la mantienen en nivel normal debido a sus ya muy elevados niveles de insulina. Y ahora sabemos que el problema de la diabetes es primero resultado de la hiperinsulinemia, antes que de la hiperglucemia.
Y lo mismo aplica al cerebro con Alzheimer. El mayor factor de riesgo en este caso es la crónicamente alta insulina, independientemente del diagnóstico de diabetes. De hecho, todas las personas con Alzheimer tienen problemas de hiperinsulinemia o resistencia a la insulina, se consideren o no con diabetes.
Resistencia a la insulina: el sospechoso común
Como vimos, en la enfermedad de Alzheimer el problema no es la producción de beta amiloide, sino su acumulación. De modo que el problema de la acumulación de estas placas es debido a la falta de degradación o eliminación de las proteínas amiloides.
Y ¿qué es lo que elimina normalmente las proteínas amiloides? Precisamente algo conocido como enzima degradadora de insulina. Esta enzima no solamente se encarga de lo que indica su nombre, sino que también se encarga de degradar las proteínas beta amiloide.
Pero favorece un objetivo sobre otro, de modo que primero se encarga de degradar la insulina en caso de exceso. Y cuando existe demasiada insulina que degradar, no tiene tiempo de degradar las beta amiloides. Lo que promueve su acumulación. De hecho, se ha corroborado que las personas con hiperinsulinemia tienen altos niveles de beta amiloide, aunque no se consideren aún con Alzheimer.
Más amiloides menos energía
Si llegaste hasta aquí, es muy probable que te interese conocer los detalles sobre como las proteínas beta amiloide interfieren con la habilidad del cerebro de metabolizar glucosa.
Además de bloquear transmisiones neuronales físicamente, lo que afecta la función celular neuronal, el problema de las placas amiloides también es bioquímico. Porque la presencia de beta amiloide inhibe la función de la enzima piruvato deshidrogenasa, la conexión entre la glucólisis y el ciclo de Krebs en el metabolismo celular.
Lo que sucede es que convertimos glucosa en algo de energía por glucólisis, obteniendo como producto piruvato; pero la mayoría de la energía celular se produce en el ciclo de Krebs, cuando ese piruvato pasa al ciclo como Acetil-CoA.
Y para esto es necesario el trabajo de la piruvato deshidrogenasa. Pero esta enzima es inhibida por la proteína amiloide beta. Y por la inhibición de la función de esta enzima, una persona puede desarrollar los síntomas de Alzheimer, independientemente de la cantidad de beta amiloide acumulada. Por lo cual algunas personas pueden sufrir de Alzheimer sin acumular demasiada beta amiloide. Es decir que no podemos asignarles toda la culpa a las placas amiloides.
Medicamentos inefectivos
Si las neuronas en el cerebro ya están dañadas por la resistencia a la insulina, secretar la proteína amiloide puede ser consecuencia de un mecanismo de defensa. Esto porque cuando las mitocondrias en la célula se niegan a seguir metabolizando glucosa (como en el caso de la resistencia a la insulina), esta glucosa en lugar de utilizarse como energía puede dirigirse por la ruta de las pentosas-fosfato.
Esta ruta metabólica produce compuestos que pueden servir para restaurar tejidos. O para acumular tejidos innecesarios. Por esto, los medicamentos que solamente lidian con la acumulación de amiloide beta han fallado hasta ahora.
Porque el problema principal no es las beta-amiloide, sino el por qué se están acumulando, ya que el problema que causa Alzheimer es anterior a su acumulación en forma de placas.
El antídoto: no depender de glucosa
¿Cuál es el antídoto entonces? Afortunadamente, el cerebro puede obtener su energía no solamente de glucosa, sino también de cetonas.
A pesar de que hasta la fecha inclusive profesionales siguen afirmando que el cerebro solamente funciona con glucosa, en realidad puede funcionar adecuadamente e inclusive mejor con cetonas. Las cetonas son de hecho el combustible principal del cerebro en estado de ayuno prolongado. Pero también en estado de cetosis nutricional, como en una dieta cetogénica.
Aunque el cerebro sí requiere glucosa para conseguir parte de su energía, ahora sabemos que hasta el 60% de la energía del cerebro puede ser conseguida de cetonas. Y cuando el cerebro tiene la flexibilidad de utilizar tanto glucosa como cetonas, es mucho menos probable que desarrolle Alzheimer.
De hecho, aun con Alzheimer, las cetonas mejoran la función cerebral, por lo que ya se está explorando y utilizando con éxito la terapia nutricional cetogénica para mejorar los síntomas de personas que ya tienen Alzheimer.
Y de aquí otra de las utilidades de la dieta cetogénica, o baja en carbohidratos: limita la posibilidad de depender de glucosa, de desarrollar resistencia a la insulina y diabetes tipo 2, y en consecuencia diabetes tipo 3, es decir Alzheimer. Ya sabemos inclusive que entre mayor se el consumo de carbohidratos, mayor será posibilidad de padecer Alzheimer.
Así que, de nuevo: deja el azúcar y reduce tu consumo de carbohidratos. Puede ser la clave para no perder la cabeza después de los 65 años. O antes.
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