Son muchas son las enfermedades que la ciencia, la tecnología y la sociedad han controlado o casi desaparecido. Cada vez menos personas en el mundo mueren de difteria, cólera, disentería y SIDA, por ejemplo. En contraste, las enfermedades y desórdenes relacionados con el cerebro como autismo, déficit de atención e hiperactividad, migraña, depresión, esclerosis múltiple, la enfermedad de Parkinson y la de Alzheimer han aumentado.
En los 10 países más desarrollados las incidencias de enfermedades mentales han incrementado dramáticamente en los últimos 20 años. Por ejemplo, un estudio del Prof. Collin Prichard de la Bournemouth University encontró que estos problemas, incluida la demencia, han aumentado hasta 66% en Estados Unidos.
¿Qué ha pasado en nuestro ambiente para que este tipo de problemas cada día sean más comunes? Pues lo creas o no, mucho de lo que pasa con la salud del cerebro depende de lo que pasa en tus intestinos. Y específicamente lo que pasa ahí determina tu probabilidad de muchas condiciones neurológicas.
Tus amigos microscópicos
Prácticamente puede considerarse que el sistema digestivo es una extensión del cerebro mismo, es decir nuestro segundo cerebro. Y uno de los más importantes aspectos de cómo trabaja el sistema digestivo es el montón de bacterias que viven ahí, y sin las que de hecho no podrías sobrevivir: tu flora intestinal.
Todos sabemos sobre la famosa flora intestinal que nos ayuda a digerir los alimentos, y que las marcas de yogures aprovechan para hacer atractiva su publicidad. Sin embargo, pocos saben en realidad cual es la relación simbiótica entre estos microorganismos y nuestro cuerpo, y su importancia. Y que la mayoritaria de los yougures comerciales en realidad no son tan sanos como dicen serlo.
El cuerpo humano contiene más células de microbios que células propias. Pero ¿de dónde vienen? ¿Por qué hospedamos tantos microbios en nuestro organismo?
Amigos desde siempre
La vida como la conocemos de hecho no existiría si no fuera por relaciones simbióticas de este tipo, y la primera de estas relaciones pudo haber sido el origen mismo de las células complejas en nuestro planeta.
Las primeras formas de vida unicelulares fueron bacterias. Por mucho tiempo esa fue la única forma de vida en la Tierra primitiva, pero ahora sabemos que uno de los principales factores que fomentó la evolución de células más complejas fue la absorción e integración de células vivas más pequeñas para formar un sistema celular más complejo.
Esas otras células más pequeñas se convirtieron con el tiempo en los organelos celulares, y la célula como la conocemos evolucionó para poder llevar a cabo procesos metabólicos más complejos. En otras palabras, con la ayuda de microbios que posteriormente integró genéticamente, es que existe la célula como la conocemos hoy.
Simbiosis práctica en otro nivel
Algo similar pasó con los seres vivos más complejos cientos de miles de millones de años después. Debido a que cualquier animal debe consumir alimentos de los cuales extraer nutrientes y energía, un método efectivo fue aprovechar el trabajo que pueden hacer las bacterias a la hora de descomponer los alimentos para que el organismo animal pudiera procesarlos más fácilmente.
Es así como nació la relación simbiótica de cooperación entre las bacterias y demás microbios que viven en nuestro organismo sin causarnos daño (o al menos no mucho), y los animales a quienes nos hacen ahorrar trabajo digestivo.
Y debido a que esta relación existe prácticamente desde el inicio de la vida compleja, la interacción directa entre el sistema digestivo y otro sistema crucial fue cimentándose con el paso de los miles de millones de años: el sistema nervioso, del cual es parte el cerebro.
La conexión con tu segundo cerebro
¿Qué necesitamos para sobrevivir? Comer. ¿Y qué necesitamos para comer? Conseguir alimento. ¿Y qué necesitamos para conseguir alimento? Movernos para obtenerlo. ¿Y qué necesitamos para movernos? Un sistema nervioso que aproveche la energía ¿Y qué necesitamos para obtener energía? Comer.
Y de aquí la relación entre el cerebro y el sistema digestivo, y por lo que podemos considerarlo un segundo cerebro. Sin embargo todo viene con sus desventajas. Debido a la importancia de esta relación simbiótica, en el caso de los seres humanos, se calcula que hasta el 90% de todas las enfermedades en general, se pueden relacionar con la salud del sistema digestivo.
¿Qué hace tu flora intestinal por ti?
Ya conoces la importancia básica de las 300 a 500 especies de bacterias que viven en tu cuerpo, la mayoría de ellas en tu sistema digestivo, a lo que llamamos microbioma.
Pero ¿qué tanto puede afectar el hecho de que estos huéspedes microscópicos no funcionen como deban en nuestro interior? Los estudios más recientes corroboran que efectivamente el incorrecto funcionamiento de una relación tan antigua nos afecta en demasiadas formas.
La mayoría de las enfermedades y condiciones del cerebro están relacionadas con el equilibrio y la correcta función de nuestra flora intestinal. Prácticamente allá abajo se producen casi la misma cantidad de sustancias que el cerebro necesita para funcionar: neurotransmisores.
Además, el correcto balance en las especies de estos microorganismos es lo que le permite a nuestro sistema digestivo extraer los nutrientes cruciales no solo para el funcionamiento del sistema nervioso central, sino para el funcionamiento correcto de la mayoría de los órganos de nuestro cuerpo, desde el cerebro hasta la piel.
Cómo cuidar a nuestros huéspedes microscópicos
El medio galón de bacterias que viven en nuestro organismo, de la misma forma que un auto para funcionar correctamente, necesitan mantenimiento por el que por mucho tiempo nuestros ancestros no tuvieron que preocuparse.
Este mantenimiento especial lo necesitan hoy, debido a que en el ambiente en el que evolucionamos como seres humanos, nuestros ancestros consumían y hacían lo que se necesitaba para que esta relación simbiótica funcionara correctamente.
Sin embargo lo que hoy consumimos como dieta común afecta el balance entre las distintas especies de bacterias constituyentes del microbioma, lo cual nos está trayendo cada vez más problemas de salud. Para evitarlos, una de la clave es mantener, además de la cantidad, la diversidad de bacterias benéficas.
Y debido a que los alimentos que normalmente consumimos en exceso (como harinas, azúcares y aceites vegetales) desestabilizan esa diversidad, la manera más simple y efectiva (aunque no tan natural como debiera) es el integrar suplementos alimenticios en tu dieta que aporten la flora que se necesita para estabilizar ese microbioma.
Fortalecer tu segundo cerebro
Y no me refiero a simplemente consumir yogur, independientemente de lo que te digan la publicidad de muchas marcas de este tipo de lácteo. Necesitas más que solo yogur para el balance de tu flora intestinal.
Específicamente necesitas consumir al menos 10 diferentes tipos de organismos probióticos en su correcta cantidad, para lo cual existen en el mercado suplementos en cápsulas que debes tomar diariamente o al menos seguido dependiendo de la calidad de tu dieta.
Claro que lo mejor siempre será natural, es decir no depender de suplementos, y la idea es aprender a alimentarte de manera que tu microbioma obtenga lo que necesita para que en consecuencia tú obtengas tu parte del trato: la correcta nutrición para una salud general.
¿Qué comer para mantener el balance de nuestro microbioma? Eso lo dejaremos para un siguiente artículo.
Gershon, M. (1999). The Second Brain: A Groundbreaking New Understanding Of Nervous Disorders Of The Stomach And Intestine. New York, NY: Harper Perennial.
Perlmutter, D. & Loberg, K. (2013). Grain Brain: The Surprising Trith About Weath, Carbs and Sugar, Your Brain’s Silent Killers. New York, NY: Little Brown.
Perlmutter, D. & Loberg, K. (2017). Brain Maker: The Power of Gut Microbes to Heal and Protect Your Brain for Life. New York, NY: Little Brown.
Pritchard, C. & Rosenorn-Lanng, E. (2015). Neurological deaths of American adults (55–74) and the over 75’s by sex compared with 20 Western countries 1989–2010: Cause for concern. Surgical Neurololgy International, 6, p. 123. doi: 10.4103/2152-7806.161420
Quigley E.(2013). Gut bacteria in health and disease. Gastroenterology & Hepatology, 9(9), 560–569. PMCID: PMC3983973
Sender, R., Fuchs, S., & Milo, R. (2016). Are we really vastly outnumbered? Revisiting the ratio of bacterial to host cells in humans. Cell, 164(3), 337-340. https://doi.org/10.1016/j.cell.2016.01.013
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